Luz divina en nuestras habitaciones- Pan de Vida: 24 de marzo

Muy amados en el Señor, sin duda alguna la crisis provocada por el coronavirus ha sido el detonante de una masiva bendición para el pueblo de Dios. Ha sido un tiempo de crecimiento y desarrollo de la fe, a la vez que hemos aprendido a estar vitalmente conectados los unos con los otros y con el Señor. Pero de manera particular hemos visto que la presencia de Dios ha iluminado nuestra habitación con sus bendiciones cotidianas. Hemos redescubierto que nuestras casas son también templos de la presencia divina. La lumbre de Dios siempre puede más que las tinieblas que nos rodean.

La historia de Israel está íntimamente ligada a la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto. Las plagas que Dios mismo envió fueron fundamentales en la liberación de la esclavitud, porque en ellas Dios hacía diferencia entre el pueblo de Dios y quienes les esclavizaban, a la vez que eran oportunidades para que Egipto cambiara en su corazón. Aunque nuestra perspectiva de las cosas es limitada, desde la perspectiva divina, hay plagas cuya finalidad es de bendición para los que confían en el Señor.

La penúltima plaga tuvo un impacto muy grande en los egipcios y en el pueblo de Israel. Fueron unas terribles y densas tinieblas que cubrieron toda la tierra de Egipto por espacio de tres días. Las tinieblas son por definición la ausencia de luz, pero estas tinieblas encerraban algo más. Se hacían palpables, como palpable es la maldad de los sistemas que oprimen a los más débiles. Tal parece que lo que ocurrió en Egipto fue un MRI espiritual sobre toda aquella región. Solo había luz donde alumbraba la vida que hay en Dios. Lo obscuro representaba los lugares donde Dios no reinaba y por ende, donde reinaba la muerte. El texto lo expresa así en Éxodo 10.21-23:

21Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe. 22Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. 23Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones”.

Ninguno vio a su prójimo. Permítanme comentar sobre la expresión que nadie vio a su prójimo. Los que hemos vivido en la ciudad de Nueva York conocemos que la soledad de esa ciudad se vive entre multitudes. Alguien se puede caer muerto al lado de miles de personas y todos siguen por su camino. En la gran metrópoli la gente con los ojos abiertos no ven en los que están cerca, a su prójimo. En esa forma de ser nadie se siente guarda de su hermano. Eso es vivir en obscuridad y en tinieblas. El que vive en tinieblas no siente la necesidad del prójimo ni se siente responsable del que está a su lado. Así vivían los egipcios, ciegos a la necesidad de quienes ellos oprimían cada día. Los que viven lejos de Dios viven en obscuridad y están ciegos. Saulo de Tarso estaba cegado por el odio hacia los creyentes en Cristo. No sabía que eran sus hermanos a quienes él perseguía. No supo que estaba ciego hasta que Dios lo iluminó con el Sol de Justicia. Para sacarlo de su profunda ceguera, Dios lo puso en tinieblas por tres días. Por tres días no vio a su prójimo.  Al filo de los tres días se le cayeron las escamas de los ojos luego de escuchar a Ananías decirle: “Hermano Saulo”. Esos tres días de tinieblas, encerrado hablando con Dios, fueron liberadores e iluminadores para Saulo. De igual manera, el plan de Dios para los tres días de densa obscuridad en Egipto era para sacarlos de la tiniebla de no ver en los israelitas a su prójimo. Los días de nuestro aislamiento social deben servir para iluminarnos, para que tengamos conciencia de la necesidad de la solidaridad, de que todos y todas somos importantes. Para que valoremos lo que Dios nos brinda cada día. En adición, Dios le mostró a los de su pueblo otro mensaje importante, pues dice la Palabra de Dios: “mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones”.

Todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones y nosotros durante la presente crisis no hemos estado solos en el aislamiento. Dios ha tenido un trato especial con nuestras vidas. Dios ha derramado su presencia en nuestros corazones, hogares, familias y congregaciones. No vernos personalmente por unos días nos ilumina a la realidad de que es importante que nos congreguemos. Usar medios digitales para hacer contacto nos ha enseñado el valor del contacto personal. Pero sobre todo, hemos aprendido que cuando nos cubren las tinieblas, siempre hay luz de Dios para nuestra habitación. En ese sentido, no estamos en tinieblas. Nos alumbra Cristo el Señor.

Mañana reflexionaremos sobre la salida de Egipto del pueblo de Israel. Hoy les invito a aprovechar la lumbre bienhechora del Señor que nos arropa. Inspirémonos en la Palabra de Dios que es lumbrera a nuestro camino, Amemos Como Cristo quien es nuestra Luz y Sirvamos en Espíritu y en Verdad para que también seamos reflejo de la gloria de Dios a un mundo que necesita ser alumbrado. Que así nos bendiga el Señor.

Rvdo. Miguel A. Morales Castro

Pastor General ICDCPR