Consagrados para Dios

16 de abril de 2017

Levítico 8-9

«Y dijo Moisés a la comunidad: “Esto es lo que Jehová ha mandado hacer”.  Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua». Lv 8.5-6 (RV95)

 

Levítico 8 trata sobre la ordenación al sacerdocio levítico de Aarón y sus hijos.  Ritual complejo, que denota la importancia del acto que se está realizando; Dios es Santo y sus representantes deben ser santos, consagrados a Dios.  El acto es público, frente al Tabernáculo, espacio sagrado donde moraba la presencia de Dios.  El rito cambia la identidad de Aarón y sus hijos de personas laicas a personas consagradas para el servicio constante a Dios.  La consagración fue rigurosa: lavamiento con agua, vestiduras especiales, sacrificio de animales, unción de ellos y los instrumentos, ofrendas de granos, cena de consagración, la permanencia por siete días frente a la entrada del Tabernáculo.  Todo lo hizo Moisés según Jehová le había ordenado.

La iglesia de Jesucristo no hace estos rituales, pues la acción redentora de Cristo en la cruz y Su resurrección da acceso a Dios a toda persona que acepta a Cristo como Salvador y Señor.  Pero cada persona que le recibe debe estar consagrada a Él.  Segunda de Pedro 2.9 nos recuerda que los creyentes en Cristo vienen a ser “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciemos las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable”.  Esto no debe tomarse de manera liviana, pues en Su misericordia Dios nos ha hecho Su pueblo (2 Pe 2.10) y estamos convocados a ser fieles, vivir Sus mandatos en obediencia y servir de corazón y compromiso.  Ejerzamos pues el llamado con responsabilidad y prontitud, los tiempos lo ameritan.

 

Oración

Hacer el cántico “Somos el pueblo de Dios” como una oración a Dios

 

Somos el pueblo de Dios.

Somos un pueblo especial;

llamados para anunciar

las virtudes de Aquel

que nos llamó a Su luz.

 

Somos el pueblo de Dios,

Su sangre nos redimió

y Su Espíritu dio

para darnos poder

y ser testigos de Él.

 

Y llevaremos Su gloria

a cada pueblo y nación,

trayéndoles esperanza

y nuevas de salvación.

Y Su amor nos impulsa,

no nos podemos callar.

Anunciaremos al mundo

de Su amor y verdad”.

 

Amén.