Una tumba diferente

17 de octubre de 2016

1 Corintios 15.12-34

 

“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”. (1 Corintios 15:22-23)

Las pirámides egipcias son muy famosas.  Lo son porque contienen los cuerpos momificados de reyes egipcios y sus familias y otros líderes de aquella nación.  Igualmente, en Londres podemos encontrar edificios como la Abadía de Westminster, que es muy renombrada porque permanecen en ella los restos de algunos nobles ingleses.  Por otro lado, el Cementerio de Arlington, en la ciudad de Washington, en los Estados Unidos de América, es reverenciado porque es el honroso lugar donde descansan los restos de muchos americanos prominentes.  También, en nuestro vecino país de la República Dominicana se encuentra un edificio conmemorativo, El Faro a Colón.  Allí se alega descansan los restos del almirante Cristóbal Colón.

Allá, en Jerusalén, también hay una tumba que atrae miles de visitantes al año y es visitada porque se entiende fue el lugar donde sepultaron a Cristo.  Sin embargo, hay una diferencia demasiado grande entre los lugares antes mencionados y la tumba de Cristo.  Todas esas tumbas son significativas por lo que contienen; mientras que la tumba de Cristo es significativa, precisamente, por lo que no contiene.

Esa es la grandeza y el poder de evangelio, que la tumba está vacía. Por eso el apóstol Pablo intentaba afirmar en el corazón de los corintios esta verdad, pues algunos de ellos habían dudado de esta doctrina tan fundamental del evangelio.

Tu y yo lo hemos comprendido y experimentado.  Porque esa tumba está vacía, vivimos; porque está vacía tenemos perdón; porque no yace allí quien un día la ocupó, tiene sentido nuestra vida.  Y lo más hermoso: porque esa tumba está vacía, nosotros, los que hemos creído en Su resurrección, un día resucitaremos con Él y en Él.

Oración

Padre de amor y misericordia, te doy gracias porque un día enviaste a Tu hijo al mundo para perdonar mis pecados y darme vida eterna.  Guíame, para que pueda caminar en este día con seguridad y esperanza.  Ayúdame para que mi vida sea un testimonio vivo de Su grande amor.  Amén.

Autor: Rvda. Migdalis Acevedo