“Una gran regla de Oro”

1 de diciembre de 2016

Colosenses 3.18-4.1

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23).

 

Cuando hacemos todo como para el Señor, nuestra vida resplandece.  Nuestras acciones dan testimonio de que Cristo vive en nosotros y damos gloria a Dios en todo lo que realizamos.  Hacedlo todo como para el Señor, requiere el cultivo de una espiritualidad saludable y el desarrollo de un carácter cristiano maduro.

Con esto en mente, podemos afirmar que hacerlo todo como para el Señor nos conduce a elevarnos sobre la mediocridad.  El estilo de vida del inmediatismo nos conduce a el conformismo.  Sin embargo, debemos ser inconformes con lo bueno, con el fin de alcanzar la excelencia.  Cuando buscamos dar lo mejor de nosotros, seremos aplicados en disciplinas básicas que en muchas ocasiones pasamos por alto.  Por ejemplo, el que busca la excelencia se esmera en cada detalle, planifica bien las cosas y termina lo que empieza.  En fin, es esforzado, diligente y perseverante.  La meta deberá ser que nos guie un patrón de excelencia.

El texto nos invita a hacerlo todo para el Señor y no para los seres humanos.  Si nos dedicamos a vivir para agradar a los seres humanos seremos defraudados, porque no hay forma de complacer a todo el mundo.  No podemos depender del aplauso, reconocimiento o aprobación continua de los demás.  Por lo que, debemos tener presente que nuestra aprobación viene del cielo.  Es Cristo el que nos recompensa.  Él aprecia lo que hacemos y el amor con que lo hacemos.  Sin embargo, hay una enseñanza hermosa de este mandato bíblico, que cuando hago las cosas como para el Señor me convierto en una persona valiosa para los demás y seré de bendición a otros y otras.

Hacedlo todo para Dios y de corazón, ésta es una gran regla de oro que debe guiar nuestra vida.  Sirvamos a Dios con pasión en cada escenario de la vida.  Ya sea que sirvamos la mesa, que presentemos un gran discurso frente a una gran audiencia, o quizás acompañemos al menesteroso en un lugar solitario, que cuidemos de nuestra familia, que recibamos aplausos o críticas… hagámoslo todo con el corazón, por amor a Dios.  Hacedlo todo para el Señor no debe ser un ideal, sino una experiencia del corazón.

Oración

Padre nuestro, deseamos honrarte con toda nuestra vida.  Ayúdanos para que podamos servirte con excelencia.  Te pedimos que si en algún momento nos invade el desánimo, Tu Santo Espíritu nos fortalezca.  Por Cristo, Amén.

Autor: Gina Marrero