Se rompieron las cadenas

10 de agosto de 2016

Hechos 12.6–13.12

“Y las cadenas se le cayeron de las manos” (Hechos 12.7b).

 

Hay una lámina que he visto varias veces en las redes sociales.  Ilustra a un caballo con una soga atada a su cuello y atada a una silla plástica pequeña en el otro extremo.  El caballo no se mueve porque ve la soga amarrada a la silla.  Si el caballo supiera que tiene más fuerzas que esa silla que lo detiene, estaría corriendo por todo el campo.

Pedro estaba encarcelado cuando el ángel del Señor se le apareció y rompió las cadenas que lo ataban.  Dice la Palabra, que las cadenas se le cayeron de las manos.  Pablo salió de la cárcel y llegó a casa de María, la madre de Juan.  Allí encontró a un grupo de personas orando.

El sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario vino a romper las cadenas que nos atan.  Cadenas de pecado y maldad.  Hay personas que viven atadas al dolor y la desesperanza.  Viven observando cómo la soga está atada a la pequeña silla, pensando que su atadura es más fuerte que ellos.  No saben que quien rompió las cadenas es el Todopoderoso Salvador.  Cristo vino a romper las cadenas que nos atan.  Así como las cadenas se le cayeron de las manos a Pablo, asimismo se caen las cadenas que nos atan.

Dejemos de mirar la soga que nos amarra y comencemos a mirar al Dios que rompe toda cadena y tiene poder para librarnos de la cárcel que nos oprime.

Oración

Señor nuestro, gracias por romper las cadenas que nos atan.  Gracias por darnos seguridad y por libertar nuestra vida de la oscuridad y tinieblas.  Ayúdanos a dejar de enfocarnos en la atadura para enfocarnos en Tu luz.  Anhelamos que Tu resplandor esté sobre nosotros de día en día.  Lo pedimos en el Nombre de Jesús, nuestro libertador.  Amén.

Autor: Rvda. Geritza Olivella