Presencia y perdón

6 de abril de 2017

Éxodo 27-28

 

«Harás también un altar de madera de acacia de cinco codos de longitud, y de cinco codos de anchura; será cuadrado el altar, y su altura de tres codos». Éxodo 27.1

Con instrucciones e imperativos precisos, Dios comunica a Moisés con especificidad sobre medidas, materiales y diseño del mobiliario, vestuario y los espacios sagrados que debían ser construidos.  En cada detalle y función observamos Su cuidado, razón y propósito.  Pero más allá de las elaboraciones humanas que se ilustran con belleza en el uso del oro, el bronce, el lino fino, los bordados, la acacia, y que despiertan y evocan lo sagrado, Dios persigue con todo, afirmar Su presencia y hacer provisión de conciencia y perdón para Su pueblo a través de cada paso de vida con destino a la promesa.

 

Todos los elementos sagrados están destinados a proveer una relación íntima entre Dios y Su pueblo.  Él conoce nuestra condición de debilidad y la necesidad de espacios y experiencias intencionales que inviten y persuadan nuestro espíritu a un encuentro purificador, sanador y liberador.  Sin embargo, más allá del debido respeto ante los símbolos de lo sagrado, Dios nos invita a responder con la mayor de las reverencias ante la verdad irrefutable de Su presencia que supera los espacios y las dimensiones humanas: «El cielo es mi trono; sobre la tierra apoyo mis pies.  Nadie puede hacerme una casa donde pueda descansar.  Yo hice todo lo que existe».

 

Dios muestra Su amor a través de Su revelación continua, y al mismo tiempo, en el cuidado de nuestra humanidad.  Lo hace a través de los tiempos y nuestros contextos.  Él es consciente de nuestra finitud y necesidad.  En Cristo Jesús, máxima de la revelación de Dios, reunió todos los componentes de la tradición sagrada y en su muerte dio vida y significado a cada uno de ellos por la eternidad.  Hoy podemos afirmar que superior al oro, el bronce, el lino fino, los bordados, la acacia, es Su sangre vertida por amor en el altar de la cruz.

 

Oración

Señor, Tu revelación de amor que se configura en presencia y provisión de conciencia y perdón es vida a nuestra vida.  Sobre todo, y en todo, distinguimos que eres mayor a todas las cosas. Tú bien lo dices: «Yo hice todo lo que existe».  En el nombre de Aquel que es Camino, Verdad y Vida; Jesucristo el Señor.  Amén.