Para renacer es necesario morir

18 de octubre de 2016

1 Corintios 15.35-58

“Lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes” (1 Corintios 15.36b).

La Phoenix dactylifera o palma datilera de Judea, fue una de las especies más abundantes del Medio Oriente.  Se cultivaba por su fruta dulce y la fresca sombra que ofrecía.  Era una fuente de ingresos importante, la base de la economía de Judea.  Incluso, se dice que el rey David nombró a su hija “Tamar” en honor al nombre hebreo de esta planta.

Sin embargo, los romanos al conquistar Judea llevaron esta planta a su extinción y no se supo más de ella hasta una excavación hecha en el palacio del gran Herodes en Israel, a principios de 1960.  Arqueólogos desenterraron una jarra de barro llena de semillas que databan de hace dos mil años.  Y después de permanecer guardadas por más de 40 años, en el 2005 una investigadora botánica decidió plantar una de las semillas, solo por ver si algo crecía.

Y ocurrió el milagro, la semilla brotó dando vida a una nueva palma que inclusive floreció.  Esta ha sido la semilla de árbol más antigua en germinar.

Es sorprendente cómo de algo que se supone sin vida, puede surgir una vida nueva, es un proceso milagroso.  Pablo lo conocía muy bien y lo usó para ilustrar a los corintios el milagro de la resurrección de los muertos en Cristo, ya que ellos no podían entender cómo de algo muerto podría surgir algo vivo.

Tú y yo lo hemos entendido.  Nosotros no teníamos esperanza cuando llegamos a las manos del Maestro, pero decidimos morir en Sus manos.  Por Su poder y misericordia, de lo que no servía ni tenía esperanza de vida alguna, ha nacido una nueva criatura en Cristo.  Hoy tenemos la esperanza de que un día no muy lejano, este cuerpo corruptible, será tocado por la incorruptibilidad y por la vida eterna que Él ha prometido para nosotros.

Oración

Señor, alabo y bendigo Tu santo nombre.  Y Te exalto, soberano Rey de mi vida.  Te doy gracias porque de mí, que era nada, hiciste nacer una vida nueva.  Y eso solo es posible por Tu poder y grande amor.  Gracias, por esa vida nueva y la hermosa esperanza de algún día verte en gloria.  Mientras llega ese momento, Te ruego me ayudes a seguir muriendo cada día para así renacer en Ti.  Amén.

Autor: Rvda. Migdalis Acevedo