Lo que nadie puede hacer por nosotros

8 de agosto de 2017

“No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual. Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá.” 2 Reyes 23:25-26a RV 1960

 

Aun conservo el himnario en el que aprendí los rudimentos del piano. Nunca podré olvidar cómo nota a nota, fui aprendiendo en él a leer en él el pentagrama. Fue mi libro de texto, en especial la partitura del inspirador canto: “Maestro se encrespan las aguas”.

Me es difícil olvidarlo, pues aquellos momentos fueron parte de mi vida, me hacen ser quien soy. Aunque más tarde Dios trazó para mí caminos inimaginables, no hubieran sido posibles sin aquellos encuentros con mi piano apolillado y mi himnario.

El pueblo de Israel tenía una gran debilidad que le costó mucho. A menudo olvidaban quiénes eran, cuál era su propósito y, quién era su Dios. Fácilmente, seducidos por la idolatría, se alejaban una y otra vez. Una de las muestras de su condición, era que la celebración de la Pascua había perdido preeminencia. Esta no era cualquier festividad, sino parte del pacto de Dios con ellos, el recordatorio de quiénes eran y de dónde Dios los había sacado.

Josías  Tenía como meta guiar al pueblo a su propósito original: amar y servir a Jehová, quien le había escogido para por medio de ellos bendecir a todas las naciones de la tierra. Había eliminado todo rastro de prácticas idolátricas. Sin embargo, por más esfuerzos que hizo rey por corregir el errado camino de pueblo, este continuó viviendo como los demás pueblos. El corazón del rey era recto, tanto, que dice la escritura que como él, no se levantó rey alguno en Israel. Pero el no podía hacer lo que le correspondía a cada uno de ellos: recordar de dónde su Dios les había sacado y tornar sus corazones a Èl.

El reto en el día de hoy es que tomemos un momento y vayamos delante da la presencia del Señor en oración sincera. Recordemos el día en el que nos llamó, las grandes maravillas que ha hecho en medio nuestro y, a qué hemos sido llamados. Es algo que nadie podrá hacer por nosotros.

Oración

Amado Dios, en el día de hoy venimos ante tu presencia con corazón sincero. Necesitamos tu perdón y guianza, pues hemos errado nuestro camino olvidándonos de ti. Hoy recíbenos, renueva tu pacto de amor con nosotros y encamínanos en tus propósitos. Amén