A la nueva casa de Dios le faltaba algo, Su presencia

Reflexión para el 12 de abril de 2017

Éxodo 39-40

 

“Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas.”

Éxodo 40:38 RV 1960

 

Cuando se terminaron los trabajos de construcción del Tabernáculo, Dios mandó a Moisés a levantarlo en todas sus partes. El Lugar Santo, el Lugar Santísimo, el Arca del Pacto, todos los utensilios, los distintos atrios y tiendas interiores, todo estaba ubicado y dispuesto como Dios lo había ordenado.  Así se terminó la obra. Sin embargo, hasta ese momento, el Tabernáculo era solo una construcción terminada. A la nueva casa de Dios le faltaba algo, Su presencia.

Desde su salida de Egipto, Dios había estado con el pueblo en la forma de una columna de nube durante el día y una columna de fuego en la noche. Cuando Moisés erigió la tienda de reunión, donde acudía a hablar con Dios a las afueras del campamento, allí también descendía la nube de Jehová. Y ahora, una vez el pueblo había terminado su parte del trabajo, Dios manifestó Su presencia una vez más, cubriendo todo el Tabernáculo y llenándolo de Su gloria y esplendor.  

Esta presencia maravillosa acompañó al pueblo durante todo su peregrinar por el desierto y era la máxima expresión del amor de Dios y Su guianza. Cuando la nube se levantaba, ellos caminaban, y, cuando ésta se detenía, ellos también se detenían, entendiendo que era el mismo Dios en medio de ellos guiando sus pasos hacia la tierra prometida.

Como seres humanos podemos alcanzar muchísimas cosas en la vida. Posiciones, dinero, estudios, altas metas… Sin embargo, es cuando le permitimos a Dios llenarnos de Su presencia, que nuestra vida cobra verdadero sentido. Sin Su presencia, somos solo un ser viviente más. Él ha prometido acompañarnos en nuestro peregrinar por la vida. Si Él va con nosotros, Su gloria alumbrará la noche oscura y sus pisadas se marcarán claramente en el camino, hasta que alcancemos lo que Él nos ha prometido.

Oración

Padre eterno, te damos gracias porque te has dignado en acompañarnos en el camino a pesar de nuestra fragilidad. Te necesitamos. Y te pedimos, por favor, que no nos dejes. Haz que descienda como nube gloriosa sobre nuestra vida Tu presencia en el día de hoy y cada día. Y cúbrenos en Tu santo amor. Amén.