Él te eligió

16 de julio de 2016

Juan 15.1-16.4

«No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé» (Juan 15.16).

Cuando niña practicábamos un juego llamado, «El elegido».  Consistía en escribir los nombres de los participantes y echarlos en una tómbola.  Alguien extraía un nombre y ese era el elegido.  La emoción del juego consistía en que después de haber seleccionado el nombre, entonces el líder indicaba caprichosamente lo que bien le parecía.  El elegido venía obligado a hacer lo que se le pidiera, sino quedaba fuera del juego.

Jesús dice que Él nos ha elegido.  Pero a diferencia del juego infantil, Él, antes de mencionar nuestro nombre ya definió el «para qué» de la elección.  Hemos sido elegidos para el gozo.  Por difícil que sea el camino cristiano, siempre habrá motivo de gozo.  Es cierto que el cristiano es un pecador, pero es un pecador redimido: en eso consiste el gozo.

Fuimos elegidos para el amor; le corresponde al cristiano evidenciar lo que significa amar al prójimo.  A veces vivimos como si se nos hubiera enviado al mundo a competir con los demás y a hacer demostraciones de nuestra superioridad y exclusividad.  Esto es nocivo para las relaciones con nuestro prójimo.  Todos podemos percibir cuando nos estamos relacionando con una persona que se siente superior a nosotros.  Siempre habrá algo en su lenguaje, actitudes y manera, que lo pondrán en evidencia.  Una de las lecciones que mayor satisfacción produce en el alma, es sentir que el Señor se mueve en nuestros corazones para conducirnos más y más a la humildad.

Dios te ha elegido para el gozo y para el amor.  Y como fuente de inagotable abundancia, sigue proveyendo y ampliando los beneficios para todos sus elegidos.  Tú eres uno de ellos.

Oración

Señor, se hace necesario que Tu Espíritu me recuerde el origen de nuestra relación.  Todo comienza en Ti, en Tu gran amor y benevolencia.  Provéeme, pues, la gracia de echar mano del gozo y el amor que para mí has provisto.  Suplico por aquellos que, siendo cristianos, no han conocido el gozo que proviene de Ti y nos hace ver la belleza de la vida.  Aumenta Tu amor en nosotros para responder a nuestro prójimo como Tú lo haces.  En Jesús, amén.