El Dios de Toda consolación

21 de octubre de 2016

2 Corintios 1

“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.” (2 Corintios 1.3-4 NVI)

Si leemos con detenimiento la sección de acción de gracias de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios, nos daremos cuenta de que la palabra clave en los versos tres al siete es “consolación”.  De hecho, esta palabra y tres de sus variantes aparecen nueve veces en estos versos.

Pablo había experimentado en carne propia: dolor, pruebas, tribulaciones, persecuciones y todo tipo de aflicción en el nombre de Cristo y por causa del evangelio.  Y le escribe a los corintios luego de un tiempo muy difícil, en el cual la relación entre él y la iglesia allí había atravesado una gran crisis.

Por ello, Pablo, en primera instancia, expresa su gratitud al Señor y le reconoce como el Padre o gestor de toda misericordia. Había sido Dios quien le había acompañado, libertado y librado de la misma muerte.  Y solo por esa realidad, la que quería compartir con ellos, él les podía escribir nuevamente.

Pero lo más que llama la atención, es la segunda afirmación que hace el apóstol, al hablar de Dios como el único que en sus momentos más oscuros le había brindado consolación.  Para él, Dios era el Dios de TODA consolación.  Lo que quiere decir que no importaba la situación, enfermedad, crisis, pérdida, incertidumbre, desasosiego, muerte, tristeza, abandono…  El único que podía traer el consuelo que el alma del creyente pudiera necesitar, era Dios.  Y el consuelo de Dios no solo eran palabras de aliento para enfrentar el momento difícil, sino que conllevaba la fortaleza necesaria para poder enfrentar y vencer, cualquier dificultad.

Lo más maravilloso para mí es que Dios hoy nos ofrece el mismo consuelo, el mismo acompañamiento y la misma fortaleza para poder vencer el día malo.  Y no solo eso, sino que la experiencia de haber podido atravesar la prueba a su lado nos capacita para sostener a otros.  Que así nos ayude el Señor.

Oración

Dios de toda consolación, Te presento mi vida.  Hoy necesito sentirte muy cerca, porque la prueba y el dolor acechan mi vida.  Mas declaro mi fe en Ti.  Y porque sé que eres Dios fiel y misericordioso, enfrento el dolor con esperanza, pues Tú me darás las fuerzas para poder vencer.  En el nombre que es sobre todo nombre, Cristo el Señor.  Amén.