Consagración, ofrenda: Diálogo sagrado

1 de mayo de 2017

Números 7–8

«Cuando Moisés ya había construido el santuario, lo roció con aceite para indicar que el santuario y todo lo que había en él estaba consagrado para adorar a Dios. Los jefes de las tribus de Israel, que ayudaron a contar y anotar todo, le presentaron a Dios como ofrenda». Números 7.1-2 (TLA)

Cada evento presente en el contenido de la celebración litúrgica, es parte de ese todo que persigue lograr un encuentro purificador entre el ser humano, reunido en expresión de iglesia, y la presencia trina de Su Deidad que se manifiesta con fuerza de voluntad a través del milagro de la comunión y la redención.  Mas no siempre adscribimos el valor adecuado a cada uno de los eventos en relación a su función y propósito en la concertación del diálogo sagrado.  Es común que el gusto o la preferencia personal termine dibujando una caricatura de la experiencia cúltica que exagere los rasgos y omita los detalles, dejando al descubierto una experiencia desproporcionada en el servicio y sus contenidos.

Uno de esos eventos que es parte de la celebración litúrgica es la ofrenda.  Por una, o muchas razones, este espacio de adoración es comúnmente infravalorado al punto de asimilarlo sin propósito de devoción.  Hay quienes lo perciben como el tiempo propicio para hacer una pausa trivial en el diálogo con el Padre, la comunión con el Espíritu y el clamor por la presencia del Hijo, «Ven, Señor Jesús».  Además de no faltar los que se sumergen en el dilema matemático que separa con angustia y enmienda presupuestaria, lo que ha dispuesto el corazón.

El capítulo 7 del libro de Números comienza su narrativa puntualizado sobre «el día en que Moisés levantó el tabernáculo, lo ungió y lo apartó como santo».  Al final del mismo capítulo se hace hincapié sobre «cada vez que Moisés entraba en el tabernáculo para hablar con el Señor, Moisés oía la voz que le hablaba» y añade «desde ahí el Señor le hablaba a Moisés».  Entre el primero y el último versículo de este capítulo, se enfatiza con detalle, razón y propósito sobre la acción reverente del pueblo y sus líderes en voluntad de ofrenda.  Igualmente, se hace un inventario de todo lo ofrendado con desprendimiento de corazón.

Revisemos nuestra actitud y modo de participación al concretar nuestra ofrenda en acciones de desprendimiento en servicio, tesoro y vida.  Que siempre sea un acto de celebración en actitud reverente impregnado de conciencia y gratitud hacia Aquel que con propósito de vida se hizo ofrenda en carne y sangre sobre el madero del desprecio.  La mayor ofrenda de todas, Jesús, se entregó obediente y confiado, «Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu».  No hubo pausa en su adoración con carácter de ofertorio.  Al ofrendar, hagamos como Él hizo.  Pongamos todo en las manos del Padre.

Oración

Señor, con acción de ofrenda hablas a nuestra vida y propones el diálogo sagrado que invita a la comunión.  Igual te damos gracias por aquellos que se ofrendaron y son testimonio de entrega.  Queremos responder como ofrenda viva a la gloria de Tu Nombre y ser pertinentes con voluntad y sin pausa.  En el Nombre de Aquel que es Camino, Verdad y Vida; Jesucristo el Señor.  Amén.