Altar Familiar: Semana 10 de nero de 2021

ALTAR FAMILIAR
Pastora Julissa Ossorio Bermúdez

Cantemos
Estamos reunidos aquí Señor

//Estamos reunidos aquí, Señor, porque hemos conocido tu amor.
Y traemos en nuestros labios un nuevo cántico de loor
pues tu gloria ha llenado este lugar.//
// pues tu gloria ha llenado este lugar.//

Lectura bíblica: Salmo 108.1-5 (DHH)

Mi corazón está dispuesto, Dios mío, ¡dispuesto a cantarte himnos!
Despierta, alma mía; despierten, arpa y salterio;
¡despertaré al nuevo día! Te alabaré con himnos, Señor,
en medio de pueblos y naciones. Pues tu amor es más grande que los cielos.
¡Tu lealtad alcanza al cielo azul! ¡Dios mío, tú estás por encima del cielo;
tu gloria llena toda la tierra!

Oración de gratitud por la presencia de Dios en nuestra vida, la de nuestra familia, la de nuestra familia de la fe, y su presencia en nuestra isla

Cantemos
Todas las promesas del Señor Jesús (HCB 252)

1. Todas las promesas del Señor Jesús
son apoyo poderoso de mi fe;
mientras luche aquí buscando yo su luz,
siempre en sus promesas confiaré.

(coro)
Grandes, fieles,
las promesas que el Señor Jesús ha dado.
Grandes, fieles;
en ellas para siempre confiaré.

2. Todas sus promesas para el pueblo fiel,
el Señor, en sus bondades, cumplirá.
Y confiado todos para siempre en Él
paz eterna en su alma gozarán. (coro)

3. Todas las promesas del Señor serán
gozo y fuerza en nuestra vida terrenal;
ellas en la dura lid nos sostendrán
y triunfar podremos sobre el mal. (coro)

Momentos de confesión
Lectura bíblica Salmo 32.1-5 (PDT)

Qué afortunados son aquellos rebeldes a quienes Dios les perdona sus pecados.
2 Qué afortunados son los que el Señor considera inocentes porque no mintieron en cuanto a sus pecados. 3 Todos los días que seguía orando, sin confesar mis pecados,
me debilitaba cada vez más. 4 Dios mío, tú hacías mi vida cada día más difícil.
Llegué a ser como tierra que se seca en verano. 5 Entonces, decidí confesarte todos mis pecados; no escondí ninguna de mis culpas.
Decidí confesarte mis errores, Señor, y tú perdonaste todas mis culpas.

Meditemos en silencio sobre la porción bíblica que acabamos de leer. Luego de algunos minutos, hagamos oración de confesión con este cántico

El poder de tu amor

Vengo a ti Señor, cámbiame, renuévame
por la gracia que encontré en ti.
Ahora sé que las debilidades que hay en mí
desvanecerán, por el poder de tu amor.

(coro)
Cúbreme, con tu amor rodéame.
Tómame, cerca quiero estar.
Y al esperar, nuevas fuerzas yo tendré
Y me levantaré, como las águilas
por el poder de tu amor.

Yo te quiero ver, cara a cara, ¡oh!, Señor
y conocer así más de ti, en mí.
Prepárame señor
para hacer tu voluntad
Viviendo cada día por el poder de tu amor. (coro)

//Y me levantaré, como las águilas
por el poder de tu amor.//

Lectura bíblica – Leer el Salmo 95

Reflexión – Rendidos/as en adoración en el nuevo año
Para finales del Siglo 19, se encontraba un joven estadounidense llamado Judson Van DeVenter, en una encrucijada profesional/vocacional. Uno de los caminos era dedicarse a trabajar como profesor y supervisor de arte en las escuelas públicas de Pennsylvania, un trabajo para el cual se encontraba muy capacitado. Otro de los caminos era dedicarse a tiempo completo a ser evangelista, particularmente, a través de la música. Después de 5 años en esta encrucijada, tomó una decisión y se dedicó por completo a ser evangelista. Esta decisión y experiencia de vida le llevó a descubrir nuevos talentos; entre ellos, el escribir himnos. Así nació Yo me rindo a Él o Yo me rindo a ti.
Todo a Cristo yo me rindo,
con el fin de serle fiel.
Para siempre quiero amarle,
y agradarle sólo a El.

Coro
//Yo me rindo a El.//
Todo a Cristo yo me entrego,
quiero serle fiel.

Declaraciones como estas me parecen muy interesantes porque, en general, a los seres humanos no nos gusta perder el control de las cosas. Expresiones como “me pongo en tus manos” o “me rindo a ti” ciertamente, pueden ser un grito de auxilio, desesperanza y resignación. Sin embargo, también pueden ser una declaración de absoluta confianza. El salmo 95.6 nos dice
Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.

Este salmo es uno de los textos más gozosos de todo el salterio. Celebra el privilegio de ser pueblo de Dios. Jehová era el Dios de Israel; el pueblo entonces eran ovejas de su mano. Gozándose en esta realidad de pertenecer a Dios, el salmista exhortaba a este pueblo, a como comunidad, celebrar, regocijarse y alabar a Dios. Nada era más importante para la comprensión de la adoración que esto: venir al Señor, no porque a ellos se les ocurrió hacerlo, o porque necesitaran hacerlo, o incluso porque les gustara hacerlo. Venir al Señor partía del hecho de que Yahweh se acercó a ellos primero. La invitación que este salmo le hacía al pueblo era entonces para que adoraran a Dios como respuesta a lo que Dios ya había hecho. Este versículo 6 del salmo, indica un elemento importante en la adoración que este pueblo debía ofrecerle a Dios: el silencio, estar callado, humillarse. Y esa actitud de humillación delante de Dios era para renovarse, tanto a nivel personal como a nivel colectivo. Este salmista entendía que solamente completamente humillados se puede escuchar la voz de Dios.
Sin embargo, según el salmo continúa, la tónica cambia, y el salmista avisa de la posibilidad de quedarnos excluidos del pueblo de Dios y no entrar en su reposo cuando no escuchamos su voz. Es como si el salmista dijera que, en medio de nuestro regocijo y fiesta como pueblo de Dios, no debemos presumir de nuestra posición de tal manera que acabemos desatendiendo la voz de Dios, porque en tal caso podemos acabar demostrando, por nuestra desobediencia, que en realidad no pertenecemos a su pueblo. Dicho de otra manera: es posible empezar a participar en actividades de una iglesia, adquirir y dominar todo el lenguaje de los cultos, cantar con entusiasmo los himnos y hacer oraciones, conocer el gozo que trae la comunión con los hermanos, cumplir con todas las normas de la iglesia y aún así no pertenecer al pueblo de Dios. Porque, si bien es cierto que ser pueblo de Dios es motivo de celebración y alabanza, también es motivo de atención y reflexión. Pertenecer al pueblo de Dios trae grandes privilegios, pero también conlleva grandes responsabilidades. Implica alabanza y adoración y sobre todo, implica obediencia a su voz. Implica confiar en que si Dios ya ha hecho, seguirá haciendo, aunque las circunstancias que vivimos no parezcan; implica voluntariamente renunciar a todas aquellas actitudes que puedan asentarse en nuestros corazones y que nos alejen de la voluntad de Dios.
Un corazón rendido a los pies de Jesús… es un corazón que reconoce que la manera en que queremos hacer las cosas muy probablemente NO es la mejor. Un corazón rendido a los pies de Jesús, voluntariamente le entrega el control absoluto de su vida al Dios que ha hecho, al Dios que hace y al Dios que hará. Como todo, esto es más fácil decirlo que hacerlo. ¿De verdad vivimos rendidos a los pies de Cristo? ¿Y si mañana recibiéramos la noticia de que nos quedamos sin trabajo, fue que se le escapó esa a Dios y necesitamos tomar el control? ¿O si mañana recibimos una llamada de un médico con una mala noticia, fue que se le escapó esa a Dios y necesitamos actuar rápidamente? ¿Podremos orar y actuar como Jesús diciendo “no mi voluntad, sino la tuya”, “lo dejo en tus manos”?
Decir que vivimos rendidos en adoración a Dios va mucho más allá de cantar, orar o leer la palabra de Dios. Como ya hemos dicho muchas veces: la adoración es un estilo de vida. Pero es precisamente por eso; porque vivir rendidos y rendidas, con un corazón postrado a Sus pies para así poder escuchar su voz, tiene que resultar en transformación y en hacernos esclavos de Su justicia y misión.

Dinámica – A continuación, algunas preguntas que pueden servir de reflexión a la luz de lo que hemos discutido. Permita que cada miembro de la familia pueda responder a alguna de estas preguntas en cada categoría.

Vida
• ¿Hay algún “compartimiento” de mi vida en el cual me reservo el derecho de ejercer el control en vez de dárselo a Dios?
• ¿Hay alguna parte de mi que frena el obrar de Dios en mi vida?

Tiempo
• ¿Aparto tiempo cada día para cultivar mi relación íntima con Dios?
• ¿Estoy malgastando el tiempo en conversaciones sin sentido, inútiles o que desacreditan a mi prójimo?

Cuerpo
• De verdad, ¿Estoy dándole mi cuerpo a Dios, para ser instrumentos de justicia?
• ¿Utilizo mi cuerpo para expresar la bondad y el amor de Cristo a los demás (por ejemplo, usando mis manos para servir, mis brazos para abrazar, mis oídos para escuchar, mi boca para hablar de la grandeza y bondades de Dios…)?

Posesiones
• ¿Doy generosamente, con alegría a quien esté en necesidad?
• ¿Habrá algo que no necesariamente estoy dispuesto a desprenderme, si Dios me lo pidiera?

Pensamientos y emociones
• ¿Estoy permitiendo que Cristo reine y gobierne sobre mis emociones y mis respuestas?
• ¿Me enojo y me dejo provocar con facilidad?

Mis relaciones
• ¿Mis relaciones terrenales reflejan el amor de Dios?
• ¿Amo a mi prójimo como a mi mismo/a?

Oremos
Señor, reconocemos que todo lo que somos, todo lo que tenemos, todo lo que hayamos alcanzado, todo lo que somos capaces de hacer, es porque tú, en tu amor eterno por nosotros y nosotras, así lo has querido. Gracias por acercarte al ser humano. Gracias por todas tus muestras de amor, misericordia, provisión y gracia que, diariamente, nos das. Por eso, queremos vivir en adoración a ti; queremos ser dignos y dignas de ser tus manos y pies en este mundo; queremos tener oídos y ojos dirigidos solo a ti y que todo lo que hagamos sea digno de tu nombre. Perdónanos por las veces en que, aunque decimos que te adoramos con todo, nuestras acciones, pensamientos, palabras, relaciones realmente no muestran verdadera adoración a ti. Reconocemos que no hay mejor manera de vivir que no sea rendidos y rendidas a tus pies. Ayúdanos a vivir verdaderamente rendidos y rendidas en adoración a ti. No sabemos lo que deparará este nuevo año, pero estando a tus pies en todo tiempo, recordaremos que tus promesas son grandes y fieles y que tu voluntad siempre será perfecta.
En Cristo Jesús, ¡Amén!

Cantemos
No hay lugar más alto

//A tus pies arde mi corazón.
A tus pies entrego lo que soy.
Es el lugar de mi seguridad
donde nadie me puede señalar.
Me perdonaste, me acercaste a tu presencia.
Me levantaste, hoy me postro a adorarte.
(coro)
No hay lugar más alto, más grande //que estar a tus pies.//
No hay lugar más alto, más grande //que estar a tus pies.// //

//Y aquí permaneceré
postrado a tus pies
Y aquí permaneceré
A los pies de Cristo.// (coro)