Arrepentirse, ¿de qué?

19 de abril de 2016

Marcos 6.1-29 (NVI)

Arrepentirse, ¿de qué?

«Los doce salieron y exhortaban a la gente a que se arrepintieran».  Marcos 6.12 (NVI)

La forma en que los Apóstoles realizaron su labor, sigue hablando a nuestras vidas hoy.  Ellos no crearon un mensaje, llevaron un mensaje.  No se diluían en lo que ellos creían u opinaban.  Tampoco hacían referencia a las filosofías o ideas de algún otro, sólo se circunscribían a lo que el Señor les había comunicado.

Su enfoque primario apuntaba al arrepentimiento.  ¡Arrepiéntanse!  Para el oyente, cuya vida discurre plácidamente, éste debió ser un reclamo vano y sin sentido.  Arrepentirse, ¿de qué?  Este reclamo siempre significará un golpe a la mente del oyente.  Porque no importa cuán mal viva una persona, siempre reclamará estar bien.  Se requiere un hurgar muy profundo en el alma para admitir nuestros yerros.

¡Arrepiéntanse!, es un reclamo fuerte.  Porque arrepentimiento significa cambiar el modo de pensar y, por consiguiente, el modo de actuar.  Significa que el camino que estamos siguiendo es el equivocado.  Y esto, lastima.  No es lamentarse sentimentalmente.  Es algo revolucionario en la vida.  Por eso es que muy pocas personas se arrepienten genuinamente.

Arrepentirse, ¿de qué?  De toda forma de pecado.  El reclamo puede estar dirigido a un asesino o un ladrón.  Pero también está dirigido a aquel que vive de manera egocéntrica, totalmente desconsiderado, áspero en el trato, ciego a las cargas y exigencias que deposita sobre los que le rodean, mezquino y farisaico.

El arrepentimiento genuino trae consigo grandes beneficios.  Provee descanso al alma, aquieta e ilumina la mente, sana relaciones y restaura la comunión con Dios.

Entonces, hagamos un viaje.  Vayamos cada día a nuestro interior y de manera seria, intencional y comprometida busquemos lo que requiera arrepentimiento.  Traigámoslo al Señor.  ¡Él lo está esperando!

Oración: Señor, me cuesta arrepentirme!  Me inclino a justificarme y considerarme libre de pecado.  Es por eso que suplico Tu asistencia; y Tu Espíritu que todo lo escudriña, venga a mí ahora.  Que Su luz alumbre mi conciencia y pueda ver mis yerros como Tú los ves.  Te amo, Señor, porque me conduces al arrepentimiento.  ¡Hoy tengo una nueva oportunidad de vida!  En Cristo.  Amén.